Haciendo balance

Dentro de unos días hará un año que vivo aquí, rodeada de naturaleza y cerquita del mar. Estoy tumbada mientras escribo y puedo ver por la ventana las copas de los árboles y el cielo, con sus características nubes irlandesas.

Estas semanas se va terminando todo, poco a poco, cursos de inglés, tés con pastas, extraescolares, trabajo, colegio... y ese despedir despacio me ayuda a hacer balance.

Llegué "desnuda" con un año vacío por delante y con miedo de no ser capaz de llenarlo con nada. Y ahora me voy despojando de las prendas poco a poco sabiendo que en septiembre me las voy a volver a poner. Algunas algo modificadas pero harán que me sienta cómoda seguro.

Nos tiramos de cabeza a kilómetros de distancia de nuestra zona de confort, y con paso constante y esfuerzo nos hemos ido acercando de nuevo a ella.




El balance de este año aquí me llena de emoción y de fuerza. Estoy orgullosa de mi familia, de ese "formar equipo" y del educar para el cambio, para la flexibilidad, para superar la frustración y para abrir nuestra mente a lo desconocido.
De buscar la felicidad estemos en el lugar que estemos.

Hemos vivido momentos de todo tipo, desde profundamente tristes con despedida desde la distancia, hasta sumamente felices de bienvenida. Y entre ellos, momentos sencillos que han ido llenando nuestro primer año y que quedarán guardados para siempre.

Tengo grabado la primera vez que escuché a mi hija hablar inglés como si le hubieran dado a un botón mágico y se hubiera puesto en marcha el cambio de idioma, estaba cocinando y los ojos se me llenaron de lágrimas.

Conservo el llanto desgarrador de mi hijo el primer día de clase y la primera palabra que me leyó de sorpresa el otro día en el tranvía.

Almaceno el primer cumpleaños al que fueron invitados, dónde éramos los únicos padres que nos quedamos para traducir los juegos, y las carcajadas y abrazos que se dan ahora con sus amigos y compañeros.

Recuerdo mi primera clase de inglés, a la que llegué media hora antes porque no entendí lo que me dijeron por teléfono, y la última acompañada de grandes amigas.

He archivado los pitidos y gritos de un conductor la primera semana que me lancé a conducir por la izquierda y la amabilidad de otro que paró su coche y se bajó para ayudarme con unos paquetes.

Atesoro las lágrimas al decidir mi renuncia del trabajo de España y la emoción nerviosa el día que cogí la carta del buzón con mi número de empresaria.

Guardo la imagen de mi marido enseñándoles a lanzar piedras al lago y explicando mil teorías físicas y químicas mientras yo leo una novela interminable.


Anido tantos momentos, imágenes, abrazos, lágrimas, carcajadas, personas que han ido dando forma a este año...


No sé de manera objetiva cuánto hemos mejorado, cuántas cosas hemos aprendido, no sé cómo será el informe escolar que sacarán mis hijos, y sinceramente, aunque me pica la curiosidad, me importa poco.


Porque lo que sí sé y tengo claro es que el balance ha sido positivo, hemos avanzado, crecido y nos hemos desarrollado como personas y como familia.

Hemos buscado mil estrategias para ser felices, para acercarnos a nuestro lugar, para sentirnos cómodos. Para encontrar lo positivo, lo valioso y lo realmente importante.

Hemos crecido muchiiiiiisimo y esperamos el nuevo curso con una incertidumbre mucho más serena y tranquila, que nos siga aportando felicidad.


Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Genial,real, y emocionante hasta las lágrimas.
    Es hermoso, cuando miras para atrás y ves todo lo que has caminado.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé quien eres, pero muchísimas gracias por tus palabras. La verdad es que es muy emocionante sentir los cambios que nos van sucediendo.

      Un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares